Evans. Article. Beda.
Capítulo VI. INGLATERRA, IRLANDA, GERMANIA.
Por Gillian R. Evans.
BEDA.
PATROLOGÍA IV.
Del Concilio de Calcedonia a Beda. Los Padres latinos.
Bajo la dirección de Angelo di Berardino.
BAC, 2000.
El propio Beda (en torno al 673-735) escribió una breve autobiografía en los párrafos conclusivos de su Historia ecclestastica. Dice haber nacido en el territorio eiusdem monasterii, en el territorio del monasterio donde vivió durante su infancia. A la edad de siete años su familia lo confió al abad del doble monasterio de Wearmouth y Jarrow (Northumbria) para que fuese educado. Allí estaba en condiciones de beneficiarse de un ambiente relativamente estable, que permitía prosperar a la vida monástica. Fue ordenado diácono a la edad de diecinueve años y sacerdote a los treinta. «Ha sido siempre una alegría mía aprender o enseñar o escribir» dice, y añade que desde el tiempo de su ordenación sacerdotal hasta la edad de cincuenta y nueve años, cuando escribe, se ha dedicado a anotar las palabras de los Padres sobre la Sagrada Escritura y ha añadido algo suyo para aclarar el sentido de la interpretación (Hist. eccl. 5, 24). Termina su biografía con un elenco de sus libros. Coloca los comentarios bíblicos en primer lugar, conforme al orden del canon bíblico, y no atendiendo al tiempo de su redacción: incluye cartas sobre temas bíblicos o sobre otros asuntos, vidas de santos, su Historia, un martirologio, un libro de himnos, uno de epigramas, obras «sobre la naturaleza de las cosas» y sobre la cronología y tres textos escolares, sobre la ortografía, sobre la métrica y sobre los tropos, es decir, sobre las figuras que se encuentran en la Biblia.
La vida de Beda, aunque transcurre en la quietud, no careció de acontecimientos. Parece que viajó poco, a Lindisfarne y quizás a York. En Wearmouth y en Jarrow y en las otras casas con las que Beda estaba en contacto, los viajeros iban y venían de Roma y de la Galia. Benito Biscop, fundador de Wearmouth y primer abad de Beda, hizo numerosos viajes de los que traía libros para la biblioteca que estaba constituyendo. M. L. W. Laistner ha sostenido que Beda conocía alrededor de un centenar de obras (The Library, 237-266). Existía por tanto un vivo contacto con la cultura del continente, y no faltaba la oportunidad de preguntar y responder a cuestiones en materia de fe y de moral para saber cuál era el consenso de la Iglesia universal. Todo esto era de primera importancia para Beda; y constituye la espina dorsal de la Historia ecclesiastica, en la que describe la fundación y el desarrollo de la Iglesia en Gran Bretaña como parte de una sola Iglesia católica; plantea su estudio de la Escritura seleccionando los co mentarios de los Padres que deben iluminar la única verdad revelada en el texto.
De este modo tuvo acceso en alguna medida, incluso a través de los contactos con la cristiandad celta, a la cultura clásica literaria. El dilema de Jerónimo (si estaba en peligro de ser más ciceroniano que cristiano) no era tan agudo en los tiempos de Beda. La cultura del tiempo en que vivió Jerónimo ahora era accesible solamente a través de la lectura y el estudio (Laistner, TRHS, 1933).